Continuación del artículo publicado el pasado jueves, escrito por Carlos Weisse, Magíster en psicoanálisis. Poeta y ensayista.
IV
Ahora bien si hay un mito clásico que se refiere a la relación del hombre con la técnica es el de Prometeo, veamos una versión del mismo según la pluma de Hesíodo, en “Los trabajos y los días”. En él Prometeo hace acto de presencia dentro del mito de Pandora, mito en el que narra la hazaña del robo del fuego a Zeus para entregárselo a los mortales, lo cual causó su ira y su consiguiente represalia. La entrega del fuego a los mortales será el hecho que provoque la introducción sutil y malvada del sufrimiento en el trabajo por parte de Zeus, en colaboración con los dioses olímpicos. Para tales fines Efesto crea el cuerpo de una hermosa virgen, Atenea, le enseña las labores de la mujer, Afrodita a su vez fomentará el arte del “doloroso deseo”, y Hermes le inspira “la impudicia y la falsedad”. Nace así Pandora (todo regalo) que será bautizada por Zeus quien le dará la facultad del habla. Esta creación divina es como un caballo de Troya, una ofrenda a los hombres, más concretamente a Epimeteo, quien lo acepta, sin saber que con ello se acababa el amparo y el abrigo de todo mal en la tierra. A pesar que Prometeo había puesto en guardia a su hermano contra las astucias de Zeus y le había prohibido aceptar, bajo ningún pretexto, cualquier regalo del dios.
Epimeteo seducido por Pandora, como si de un don se tratase, la hizo su mujer. En aquel tiempo los hombres vivían felices libres de cuidado y males pues todas las calamidades habían sido encerradas en un ánfora por un dios previsor. Pero Pandora, curiosa como era, levanta su tapa y todas las calamidades escaparon y se esparcieron por el mundo, sólo la esperanza quedó en el fondo del ánfora. Otra versión decía que el ánfora se la dio Zeus a Pandora como regalo de bodas y que contenía todos los bienes, pero Pandora levantó imprudentemente la tapa y todos los bienes se escaparon para volver a la morada de los inmortales, la esperanza quedó sola entre los humanos, como una triste e irrisoria compensación de los males. El castigo al que este acto condena a los mortales consiste en el agobio y la fatiga del trabajo, provocada por la ira de Zeus a raíz del robo del fuego y a consecuencia de los males esparcidos por la intervención de Pandora.
Prometeo y Epimeteo forman una pareja antitética, todo lo que tiene Prometeo de clarividente, lo tiene Epimeteo de torpe cuyas ideas siempre llegan demasiado tarde. Prometeo es el bienhechor de los humanos que toma partido contra Zeus el tirano despreocupado de la felicidad de los mortales. En una primera ocasión, en el curso de un sacrificio en Mecone, Prometeo había separado en dos partes a un buey ofreció a la inmolación: por un lado había puesto bajo la piel desollada la carne y las entrañas, recubriéndolas con el vientre del animal; por otro amontonó los huesos pelados del buey y los escondió bajo montones de grasa. Luego le había pedido a Zeus que eligiera su parte, debiendo ir el resto a los hombres. Zeus se encolerizó por el engaño pues eligió la parte camuflada por la grasa, y le guardo rencor eterno a Prometeo y también a los mortales.
Frente a los engaños de Prometeo, la cólera de Zeus no tuvo límites por lo que encadenó a Prometeo sobre el monte Cáucaso mientras un águila monstruosa nacida de Equidna y de Tifón le devoraba el hígado sin descanso. Con los hombres Zeus fue más sutil, les ordenó a los dioses la creación de una plaga (Pandora), la que extenderá la calamidad entre los mortales.
Sintetizando, el tema principal que aparece en Hesíodo con respecto a Prometeo es el mismo tanto en Los trabajos y los días como en la Teogonía. En ambos se narra el robo de Prometeo a Zeus del fuego olímpico, y las consecuencias que esto causa. En forma de venganza, Zeus manda crear a los dioses una doncella virgen que se encargue de extender el sufrimiento y las calamidades entre los mortales.
Podemos entonces aislar los principios de Prometeo y Pandora, principios poderosos en tanto Prometeo representa el saber hacer sobre lo real y Pandora la calamidad incalculable del producto de ese saber. Platón habla en cambio de un mecanismo regulador de estos dos principios sin el cual los hombres no podrían vivir en sociedad, a esto lo llamó arte de la política y se basa en la ley divina que manda a someterse al pudor y la justicia. Es decir interroga las relaciones entre el saber técnico y la ética relacionándolas con la ley que manda la justicia y el pudor. Sostiene que aquellos que no las reciben deberán ser expulsados como una plaga de la ciudad, podríamos relacionar entonces esta plaga de la que habla Platón con la que Hesíodo ejemplificará con el mito de Pandora.
El fuego es aquello que permitirá pasar de lo “crudo” a lo “cocido”, de la naturaleza a la cultura al decir de Levi Strauss. Pero en la sociedad post-industrial cada vez más las voces que acusan sobre el peligro de la destrucción del planeta y de la vida colectiva se escuchan más fuerte y crecen al compás de la angustia.
Pero justamente lo que el mito nos muestra es que el saber hacer con lo real, este saber que está justamente aludido en el mismo nombre de Prometeo, pues significa en griego “el primero que pensó” y simboliza el dominio técnico de la naturaleza. Este dominio técnico -lo único humano que realmente progresa- tiene su reverso en el principio de Pandora, pues todo acto de invención y de fundación técnica lleva en si el peligro incalculable de sus consecuencias impensadas, desagradables, siniestras etc. Un verdadero castigo de los dioses.
Y frente a esto el arte de la política, la regulación ética propuesta por Platón, se muestra impotente en la medida que es fruto de una racionalidad cuyo rumbo ha fracasado. La calamidad escapa de la caja de Pandora y su potencia crece con el desarrollo técnico sin regulación política eficaz. Esto se expresará en el malestar y desasosiego que el desarrollo tecnológico va generando al mismo nivel que se disfrutan sus innegables ventajas, en una dirección imparable e irreprimible.
En otras palabras este desarrollo propio de la tecnociencia, pues en nuestra cultura contemporánea la fusión entre investigación científica y aplicación práctica tiende a suturarse cada vez más, genera retoños de los mitos fundantes que arborizándose se despliegan conservando su estructura y su eficacia mítica.
V
Ahora bien, nosotros nos encontramos en esta muestra en el cruce de la mitología, el agua y la técnica, pero lejos de presentar la antinomia tradicional entre Mytos y Logos asistimos, al contrario, al encuentro de ambos por el camino de la creación y el arte. El arte permite a la técnica sostener al mito y al mismo tiempo sostener la crítica al aspecto pandórico. Es entonces vehículo y cuidado de lo esencial en la tierra.
Un genio olvidado Buckminster Fuller la llamó Nave Espacial Tierra y sostenía que había suficiente energía en los océanos y en la luz solar para explotarla con los medios tecnológicos existentes. Basaba su racionalidad en el reciclaje de la industria y en tecnologías que dieran el máximo rendimiento con los menores recursos. Su proyecto fracasó en los oídos sordos del poder.
Para el hombre lo esencial de la tierra es el agua, por eso la Nave Espacial Tierra es azul y por ello recibe el tributo mitológico de los dioses, es cantada por la saga de miles de leyendas y su agotamiento o contaminación es la mayor de las desgracias liberadas por Pandora. En el momento actual hay un cuarto estado del agua: el estado de peligro.
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