En esta ocasión les traemos el texto que escribió Ariel Gulluni con motivo a la convocatoria de Mantis y la relación entre el género fantástico y su obra. Gulluni está presentando dentro de Mantis tres dibujos realizados en distintas instancias de su carrera artística, para ver los mismos pueden acercarse a Objeto a de martes a sábado entre las 14 y las 20hs hasta el sábado 15 de noviembre inclusive.
"Cuando pienso en el género fantástico, una serie de nombres e imágenes me vienen a la mente.
Por el lado de los "nombres", aparecen hermanados nuestro Cortázar, el enjuto Kafka, el tano Buzatti y el pesadillezco Lovecraft.
Por el lado del "formato", ineludiblemente lo asocio al cuento. Y en cuanto a las imágenes, se trata de sueños, deslizamientos graduales de lo cotidiano en lo inexplicable, Parque Chas, cosas fuera de lugar, pequeñas alteraciones que por su emplazamiento localizado en la normalidad, adquieren toda su fuerza de extrañamiento.
Justamente, lo fantástico alcanza su mayor eficacia y vuelo cuando se presenta como intromisiones graduales y sutiles de lo inexplicable en lo cotidiano. Cuando la lógica empieza a presentar cortocircuitos, siendo éstos siempre locales, siempre en un marco donde "todo lo demás" funciona.
Y así es como pretendo mostrarlo."
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Unos años atrás cuando realizó "Una confusion cotidiana" la acompañó de las siguientes palabras:
"Entre las muchas cosas geniales que ese orejudo-ojeroso-flaco escritor checo escribió,
existe un cuento no muy conocido, muy breve y sintético, que en su prolija parquedad, en la escasez de su prosa,
esconde riquezas insospechadas.
El argumento es simple. Una persona (a la que se llama “A”) desea cerrar un trato con otra persona (a la que se llama “B”), en un lugar que denomina “H”.
La transparencia de la matemática está lista para dejar paso a las imposibilidades humanas, demasiado humanas.
“A” desea estar seguro que el día del encuentro llegará a tiempo. Entonces, ensaya el recorrido. Le toma sólo diez minutos ir y volver.
Contento de saberse un hombre planificador y precavido (ah, el conocimiento… la ilusión de control), parte el día pactado con una hora de antelación,
de modo de garantizar bajo todo punto de vista su arribo en tiempo y forma.
Algo sucede. Algo que no se explica. Sin razón aparente, “A” demora HORAS en llegar a destino.
Para no seguir abundando en detalles, resumo: “A” y “B”, a pesar de pasarse cerca, muy cerca, en varias oportunidades, nunca se encuentran.
Simplemente, no lo consiguen.
Cuando pensamos en los desencuentros, lo primero que creemos es que estos se dan o bien cuando los “destinos” son diferentes o cuando caminamos por senderos que no coinciden.
Pensamos entonces que, temporalidad y especialidad ajustada, es solo cuestión de chocar.
Creo que lo genial del cuento es que muestra que los desencuentros no tienen que ver con espacios ni con tiempos disímiles. Que éstos se dan aún con todas las variables controladas. Una mirada perdida, una respuesta levemente demorada, un gesto vacío.Quizá, se trate más simplemente de algo como esto: nos encontramos cuando nuestros ritmos coinciden. Sin embargo, algunas veces, algo sucede y nos vamos de tempo. La pifia. La disonancia. Y de repente ya no coincidimos. Nuestras músicas ya no se suman. La desesperación y el deseo de acercar la distancia que ahora empieza a abrirse no hacen más que acentuarla. Y justamente, es ese abismo de la proximidad, como “A” en la escalera retorciéndose al ver pasar a “B”, lo que nos muestra que el desencuentro ha completado su trabajo con éxito. Para desgracia de quienes, quizá místicos, quizá poetas de lo posible, todavía predican con fe la posibilidad del encuentro."
La ilustración que sigue está realizada en tinta china sobre papel.
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