Para llegar al corazón de las obras de Dora Isdatne necesité quedarme a solas observándolas desde diferentes puntos y distancias, con los ojos abiertos y entrecerrados, con luz y en penumbras. Toqué la suavidad de las superficies y me integré a la seducción que provoca el universo de color creado para cada una de ellas. Pero hubo algo más.
En una visita que hice a su magnífico taller Dora me regaló un catálogo de una de sus muestras en el que ella misma escribe un texto que titula “Reflexiones” y que contiene palabras del protagonista en el arte para Lyotard, de lo sublime para Kant, del arte para Adorno, Derrida, Lacan, Carlile, Bachelard… sentí mientras lo iba leyendo que me había entregado algo así como un cuaderno de bitácora y volví a ver su obra.
Encontré que lo inédito e impactante de su hacer estaba en ella misma y que era derivación de los caminos recorridos, de sus hallazgos, búsquedas y fundamentalmente de sus incógnitas.
Por primera vez advertí que lo desconocido tiene formas y le agradezco a Dora porque arrojó luz a una nebulosa de la que acabo de salir.
Grace Bayala
La imagen del cabezal es un detalle de la obra Transformer de Dora Isdatne
Erizo Árbol |